lunes, 11 de agosto de 2008

Tras las huellas de Eric... tras las huellas de Jesús

Tras las huellas de Eric... tras las huellas de Jesús

NoelRojas – Arquitecto CAD

Mi experiencia personal conDios

Introducción

Quiero compartir contigo la experiencia más importante de mi vida. En el año 1.982, yo era un estudiante de Arquitectura de la Universidad Simón Bolívar. Tenía 21 años, y aunque no era un “niño rico”, podía decirse que lo tenía todo: una familia hermosa y unida que me brindaba apoyo, estudiaba la carrera que siempre había soñado en una prestigiosa casa de estudios, y el futuro lucía prometedor. Además, disfrutaba de sana diversión con mis primos de la Capital y un grupo de buenos amigos. Yo era lo que llamaban un tipo “zanahoria”: no fumaba, no bebía demasiado, no me gustaban las discotecas y nunca probé las drogas. En fin, mi juventud estuvo llena de muchos privilegios y comodidades que muchos otros jóvenes desearían tener.

(...)

Una vida confusa

Cuando uno se mete más y más de lleno en hacer lo que uno sabe que es incorrecto, llega un momento en que la conciencia se apaga, y cuesta mucho distinguir lo que está bien de lo que está mal. Llegué a un punto en que, aunque disfrutaba de muchas comodidades y bienes materiales, sentía que mi necesidad más profunda era la de una sólida escala de valores. Una voz muy débil dentro de mí clamaba por luz en medio de la oscuridad y confusión en que se estaba convirtiendo mi vida.

Carros de fuego

Por esos días, estaba en cartelera la película “Carros de Fuego”. Mi primo “Jota” y yo éramos fanáticos de los sintetizadores, y cuando nos enteramos de que Vangelis (un tecladista griego) era el autor de la música de la película, nos emocionamos con la idea de ir a verla. Poco imaginaba yo en ese momento el impacto que este filme tendría en mi vida. La historia trata acerca de la vida de dos corredores ingleses, por allá por los años 20. Ambos participaron en los Juegos Olímpicos. Pero hasta ahí llegaban las semejanzas entre ellos. Uno era judío, y el otro, Eric Lidell, un misionero protestante. Mientras el judío vivía dominado por el resentimiento y la amargura, Eric Lidell era una persona que irradiaba paz y amor hacia sus semejantes. Mientras el judío utilizaba métodos de dudosa ética a fin de ganar a toda costa en las carreras, Eric Lidell entrenaba en los campos de Escocia, y mientras lo hacía, invocaba la dirección de Dios en su vida. Mientras el judío era una persona que muy pocos querían tener a su lado, a Eric Lidell lo rodeaban las multitudes, para escucharle hablar de su fe en Cristo.

Un hombre inspirador

La vida de Eric Lidell me impactó. Nunca había imaginado que una persona pudiera practicar una vida de entrega a Dios sin ser un sacerdote o algo parecido. Y mucho menos podía concebir hasta entonces que una persona común y corriente pudiera tener a Dios presente en cada área de su vida. En una escena de la película, él se dirige a un grupo de personas después de una carrera, y les dice:

“Ustedes han venido a ver un ganador. Sucede que fui yo. Pero les digo que las fuerzas que tengo para correr no provienen del exterior, sino del interior. Es Dios quien me ha hecho veloz. Y si ustedes ponen su fe en El, sus vidas marcharán en la dirección correcta”.

En otra escena, en una discusión familiar acerca de si él debía o no ir a las Olimpíadas, su papá le dice lo siguiente:

“Hijo, se puede agradar a Dios incluso pelando una papa, si lo haces con excelencia, de todo tu corazón. Yo creo que debes correr”

¿Agradarle a Dios corriendo? Eso era algo que para entonces, mi mente no podía comprender. Pero lo que más me impresionó de toda la película, fue cuando Lidell se niega a correr un día domingo, alegando que era el Día del Señor. ¡Se forma un gran revuelo! La prensa lo reseña en las primeras páginas. El Comité Olímpico se escandaliza. Es acusado de traidor. La corona Inglesa envía al Príncipe de Gales para persuadir al joven corredor. Pero para Eric Lidell, hay un solo pensamiento fijo en su mente: Dios está ante todo, incluso antes que el Rey. Hoy en día, tal comportamiento nos pudiera parecer intransigente. Tal vez. Pero de lo que no me cabe duda es que Eric Lidell era un hombre de principios. Sus convicciones eran sólidas como una roca. Era capaz de decir NO. Y decir NO por causa de su fe en Dios. Eso fue algo que me impactó profundamente.

(...)

Un día, encontré un artículo en el que decía que el actor que personificó a Eric Lidell leyó la Biblia tres veces para compenetrarse con el papel.

Me dije: “¡Eso es! ¡Tengo que comprar una Biblia!” Conseguí una pequeña y muy barata cerca de mi casa, y comencé a leerla. Lo hacía de noche, bastante tarde, después de que mis primos y mis tías se iban a dormir, por temor a que se burlaran de mí. No imaginé nunca lo que estaba a punto de experimentar. A medida que leía, sentía como si bebía de un agua que llenaba una sed insaciable. Pasaba horas y horas leyendo, y mientras más lo hacía, más lo deseaba. Me parecían fascinantes las historias acerca de la vida de Abraham, Moisés, José. Pero, por otro lado, comencé a abrir los ojos a la realidad de la existencia de Dios, y empezaba a darme cuenta de que algo le hacía falta a mi vida.

(...)

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