¿Por qué? ¿Por qué yo?
Esa fue mi primera reacción cuando, durante un retiro espiritual dirigido por los legionarios al que fui con mis amigos, a Dios se le ocurrió susurrarme :
- Te quiero legionario de Cristo
Efectivamente, con 18 años recién cumplidos, una moto de montaña, una familia estupenda, un montón de amigos y estudiando una carrera que me apasionaba, la verdad es que la idea de tirarlo todo por la ventana para hacerme sacerdote no entraba en mis planes
Mezcla explosiva
No pretendo engañar a nadie retratándome como un especie de rebelde sin causa a quien Dios derribó del caballo: desde muy pequeño mi fe y mi amistad con Cristo fueron algo muy importante para mí. Tuve la suerte de recibir en mi familia y en mi escuela una buena formación religiosa, y, lo que es más importante: el ejemplo de una fe viva, hecha obras, hecha amor a Cristo y al prójimo, en la figura de mis padres que, como miembros del Movimiento Regnum Christi, dedicaban parte de su tiempo a la colaboración en obras de apostolado.
Así pues, desde niño participé en el club del ECYD de mi ciudad, en el que recibía formación cristiana y realizaba actividades de acción social y voluntariado, a la vez que me divertía con mis amigos y crecíamos en nuestra amistad con Dios, en una explosiva mezcla de partidas de futbolín, campamentos de verano, ratos de oración, campañas de recogidas de alimento para los más necesitados, visitas a asilos y centros de acogida, partidos de fútbol, esquiadas, meditaciones, charlas de vida cristiana, excursiones a la montaña
Con algunos años más, durante mi bachillerato y en mi primer año de universidad entré a formar parte del Movimiento Regnum Christi. Con algunos amigos, empecé a dedicar parte de mi tiempo libre a colaborar en los mismos clubes en los que me había formado, dándome cuenta de todo lo que había recibido y de la realización que toda persona experimenta al darse con generosidad y descubrir que la entrega a los demás libera, hace feliz y le da un sentido y una seguridad incomparable a la propia vida.
Y cuando parecía que nada podía ir mejor Te quiero legionario de Cristo
Y es que no es lo mismo dejar entrar a Dios en tus planes que entrar tú en los planes de Dios. No concebía la idea de ser feliz en una vida como sacerdote, porque me sentía realizado y feliz con mi vida actualpero cuando empiezas a conducir un Ferrari te das cuenta de que tu Ibiza nunca volverá a llenarte igual. Y mi vocación legionaria es ese Ferrari que Dios me ha querido regalar.
- ¿Por qué?
La respuesta me encontró
Pues bien, recorriendo con mis amigos esos pueblos del norte de España, perdidos entre los Pirineos, descubriendo esa realidad de centenares de almas necesitadas de formación y atención espiritual, alejadas de la fe por falta de sacerdotes que estuvieran allí para ayudarles, sentí en mi corazón removerse de nuevo esa inquietud, y en la noche del jueves santo, en la que nos quedamos en
- Rafa
(Aunque ahora soy el hermano Rafael, Dios acostumbra a tratarme de tú)
- Rafa, ¿me amas? Cuida de mi ovejas...
... Tú ganas, Señor. Y así fue como, superando con su ayuda todas mis dudas y temores, me decidí a apostar por Cristo y me lancé a la aventura de seguirle. Me fui durante el verano al candidatado de
- Si Dios no lo remedia tendréis un amigo sacerdote
¿Miedo? ¡Eternidad!
Confieso que, cuando en septiembre entré en el noviciado y me vi de pronto vestido de negro, aún tenía algo de miedo: miedo a equivocarme, a no ser feliz, a echar de menos todo lo que dejaba Pero mirando ahora hacia atrás, me doy cuenta de que ni todas las amistades, estudios, fiestas y riquezas del mundo podían darme ni la décima parte de felicidad, la alegría y la paz que da el entregarse a Cristo.
La vocación legionaria es exigente, pero no hay nada comparable a la felicidad que da la compañía y la amistad de Cristo; la satisfacción que produce el saber que mi vida, con sus penas y alegrías, sus luchas y sus trabajos, tiene un sentido y que Dios se sirve de ella para hacer presente su amor en el mundo y salvar a los hombres; el estímulo y la ilusión que provoca el constatar la necesidad que tiene el mundo de Cristo y de la posibilidad que tengo yo de llevárselo; la gratitud que se despierta en mi interior cuando uno se da cuenta de cómo
Resulta apasionante el contemplar el crecimiento de
Además, hoy sé que mi vida no es una suma de días y noches, que mi existencia no es sólo la espera del fin de semana, y que poniéndolo en manos de Cristo, cada uno de mis minutos, vividos por amor a Cristo y a mis hermanos, va escribiendo una pequeña parte de
Y además, como decía el protagonista de Gladiador:
¡Hermanos! ¡Lo que hacemos en esta vida tiene su eco en
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