viernes, 15 de agosto de 2008

Mi historia: de ateo a sacerdote

El P. Gabriele Brusco, L.C., siendo estudiante en Roma, tuvo la oportunidad de acolitar al Papa Juan Pablo II en alguna de sus ceremonias.

Roma, 23 de diciembre de 2006. El P. Gabriele Brusco, L.C. nació en Busto Arsizio, Italia el 26 de marzo de 1972. Ingresó al noviciado de la Legión de Cristo en 1996 en Gozzano, Italia. Realizó su período de trabajo pastoral con los jóvenes del Regnum Christi durante 3 años en Monterrey, México. Cursó sus estudios de filosofía y teología en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, en Roma. Se ordenó sacerdote el 23 de diciembre de 2006 en Roma. Actualmente trabaja con los jóvenes de Curitiba, Brasil. A continuación, publicamos su testimonio tomado del original en italiano.

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Me llamo Gabriele Brusco y nací en Busto Arsizio, en la diócesis de Milán, Italia. Ahí mismo cursé la escuela primaria, secundaria, la preparatoria y la universidad. Comparado con los demás jóvenes de mi edad me doy cuenta que he sido muy afortunado. El estudio, aunque se puede pensar que es un gran beneficio para toda persona, más allá de ser un profesional, ayuda a formar la persona y a abrirle horizontes más amplios. Así lo he experimentado estudiando contabilidad en el Instituto Técnico Enrico Tosi di Busto Arsizio y después administración de empresa con especialización en Marketing internacional en la universidad Bocón, de Milán.

También me gustaba la lectura y creo que por esto mis horizontes se ampliaron. Desde los 12 años comencé a leer, cuando mi mamá me obligó a leer un libro para mejorar en la materia de italiano. Me enamoré de la lectura y no la he dejado jamás, descubriendo varios ámbitos y apreciando diversos autores. Creo que con la lectura han iniciado también los problemas. La culpa no estaba en la lectura sino en mí que, en aquel entonces, empezaba a hacerme preguntas peligrosas sobre la fe buscando respuestas donde no podía encontrarlas. Preguntaba sobre matemáticas a quien se ocupaba de geografía; más claramente, preguntaba de filosofía y teología a quien sólo sabía ciencia humana.

¿Dios existe? ¿No existe? ¿Por qué estoy en el mundo? ¿Por qué me han bautizado? ¿Y si hubiese nacido en China me habrían bautizado? ¿Iría al infierno por eso? ¿Por qué tengo que hacer lo que Dios dice si quien no lo hace no recibe ningún castigo? ¿Por qué hacer lo que cuesta y no hacer lo que atrae y da una cierta satisfacción? Esto es masoquismo..., y cosas por el estilo.

Antes había sido monaguillo en la parroquia, pero decidí dejarlo. Quería actuar por mi cuenta. Ir con mis amigos, que eran buenas personas, sin ir a misa los domingos. Después de algunos años de discusión diplomática logré obtener la plena autonomía religiosa en mi familia. A los 16 años podía decidir no para ir a misa. Me sentía renacido y sólo sabía que debía regirme por mí mismo. Los libros debían ayudarme. En parte lo lograron, alejándome lentamente del conformismo: no quería seguir la moda aunque me daba cuenta que me podían confundir con un típico joven rebelde. Hacía sólo lo que consideraba justo, aunque debo admitir que no alcanzaba jamás a ser plenamente coherente ni siquiera con mi libertad: hice también alguna que otra tontería.

Mi programa de vida era: buscar la verdad, estar abierto a todo, a toda experiencia nueva, huir de los conformismos.

Pero por desgracia no me daba cuenta que era muy precavido respecto a la fe católica y que tenía una grandísima fe en el ateísmo y en la ciencia ficción que vivía en mi cabeza... ¡Creía que algún día la ciencia lo habría descubierto todo! No me daba cuenta que era más simple y lógico creer en Dios que en la ciencia futura. Con respecto al ateísmo, comprendí que mi posición era una posición ideológica: si Jesús se me hubiese aparecido, habría buscado cualquier otra explicación, desde una droga ingerida sin saberlo hasta un holograma producido por unos amigos bromistas, antes que creer en la aparición.

No voy a contar las experiencias vividas, aunque de breve duración, con otras religiones: budismo, testigos de Jehová, taoísmo. Al final, decidí darle también una oportunidad al catolicismo.

Gracias al deseo de conocer sinceramente la verdad y, con la ayuda de Dios, oía las oraciones de mi familia, comencé algunas conversaciones personales no sólo con los amigos, creyentes y no creyentes, en las cuales se hablaba de todo y en profundidad, sino también con sacerdotes y laicos apologistas. Entre ellos había un sacerdote legionario de Cristo y entre los seglares había un miembro del Regnum Christi.

En la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México, el H. Gabriele con sus padres y su hermana, acompañados del P. Zavio Zaneta, y del H. Nincola Tovagliari, L.L.C.C.

Me abrí verdaderamente a la fe cuando cumplí los 23 años. Anteriormente había organizado con aquel legionario encuentros de discusión entre creyentes y no creyentes, pero en esos encuentros permanecía demasiado en la superficie Prefería los encuentros personales. Después acepté hacer una peregrinación a Medjugorje. No vi a la Virgen, pero tuve la gracia de ir más allá de las apariencias: ya no me detenía sólo en la fe vistosa o en la devoción personal de cada uno, cosa que me habría alejado de nuevo de la verdad.

De regreso, después de algunos días en los que los demás me veían extraño, decidí abandonarme a aquella fe de la que huía y la que a menudo atacaba, sobre todo en los encuentros entre creyentes y no creyentes donde me llamaban jefe de los ateos. Me confesé y comencé a frecuentar los sacramentos y a asistir a misa todos los días.

En los encuentros de discusión preguntaba que si Dios estaba presente en la misa y podía hacer milagros ¿por qué los católicos no iban a misa todos los días? Es más, se les hacía difícil ir solamente los domingos. Los peores eran los estudiantes que tenían tanto tiempo a disposición.

De todas maneras, vi de inmediato que se abría otro camino; en la vocación. Antes, siendo ateo, había pensado en encontrar una chica para permanecer con ella toda la vida sin necesariamente casarme .Ahora surgió el camino sacerdotal. Me dijeron que no me precipitara y que mejor me esperara un año. Después de ese año entré al candidatado y me preparé para el sacerdocio.


El P. Gabriele Brusco, L.C., con la familia de su hermana.

Fui novicio durante dos años en el noviciado de la Legión de Cristo en Gozzano, estudié filosofía durante dos años en Roma, hice 3 años de trabajo pastoral en Monterrey, México, con los jóvenes del Regnum Christi, después de eso regresé a Roma para estudiar la teología y ahora trabajo con jóvenes de Curitiba, en Brasil.

No conozco los planes que Dios haya pensado para mí, pero confío en que podré ayudar a este mundo tan indiferente a amarlo un poco más.

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